miércoles, 20 de noviembre de 2013

SILLUSTANI












































































































































































































































































































































































































Aprovechando un viaje de trabajo a la Universidad Nacional del Altiplano en Puno, Perú, pude hacer una excursión para ver las ruinas de Sillustani, necrópolis precolombina. Saliendo de la ciudad de Puno, esta ruina se encuentra al Oeste de la carretera que une la ciudad con Juliaca, en una península de forma triangular al borde de la laguna Umayo. Allí, a 4000 metros de altitud y en medio del paisaje puneño se encuentra, rodeado por los restos de cultivos en andenes (bancales), un cementerio de las culturas kolla (o collao, de lengua aymara) e inca (de lengua quechua) mejor conservadas de Perú. 

La carretera que conduce hasta el lugar y que bordea el lago Titicaca permite apreciar los cultivos del borde del lago en forma de camellones o waru waru (si bien algunos lugareños me dijeron que el waru waru es una estructura diferente, una especie de camellón a base de círculos concéntricos que sirve como almacenaje y distribución de aguas). El camino se encuentra salpicado de kanchas o viviendas típicas de la zona, que son recintos rectangulares de piedra o adobe con diferentes estancias adosadas al borde y accesos bajo arcos o dinteles de piedra con motivos cerámicos de toros en la clave. Dentro del recinto de la kancha se encuentran la vivienda y los corrales para el ganado (fundamentalmente vacas, alpacas y ovejas). Las familias suelen cultivar también una pequeña parcela con papa, quinoa y otras especies vegetales locales. 

Sillustani es un cerro de borde abrupto, donde apenas quedan algunos restos de andenes, que consta de construcciones en forma de torre o chullpas dispuestas fundamentalmente en su perímetro y puntos más elevados, dejando el centro de la península casi sin restos. La posición del cerro y la extraordinaria vista sobre el paisaje circundante hace pensar que el lugar debiera tener un fuerte significado simbólico, sagrado, dentro de la sociedad local. La necrópolis consta de diferentes tipos de estructuras correspondientes a distintos períodos históricos. En primer lugar, se encuentran enterramientos tipo caja, excavados en la tierra dentro de huecos excavados y entibados con piedra en sus laterales. Medían de 40 a 110cm de lado y estaban destinados a ofrendas. También hay un reloj solar de época incaica y diversos petroglifos en grandes piedras sueltas (uno de ellos con forma de serpiente enroscada). Finalmente, la mayor parte de las construcciones son chullpas, torres funerarias que fueron construidas durante el período de la cultura kolla (1200-1450 DC) y luego perfeccionadas durante el período inca (1450-1533 DC). 

Se trata de torres en forma de cono invertido de hasta 13 metros de altura y entre 3 y 6 metros de diámetro, asentadas directamente sobre el terreno, sin cimentación, rematadas en una falsa bóveda realizada por vuelos sucesivos. Aquellas que se corresponden con el período kolla están realizadas de modo más tosco, con piedra menos seleccionada y dispuesta a modo de sillarejo unidos con argamasa y cerrado con piedras planas en voladizos sucesivos. Durante el período inca el manejo de la piedra evoluciona y se llega a lograr una alto grado de perfección, muy sofisticado. Se construye la chullpa por medio de sillares labrados en forma de dovelas, con machihembrados esféricos, que permiten su trabazón sin utilizar argamasa (y así resistir mejor los frecuentes sismos). El aparejo se dispone en ángulos no rectangulares, con complejos sistemas de trabazón y encaje. Al interior, el sillar se encuentra menos labrado y se rellenan los huecos con argamasa. Algunos sillares pesaban varias toneladas. Existe una estructura interior en la torre, hecha con piedra menos seleccionada  y argamasa, que se corresponde con una cámara funeraria, la cual tiene una pequeña abertura orientada hacia el Este y a través de la cual debía hacerse entrega de ofrendas, ya que el cuerpo del muerto no cabía por un espacio tan reducido y probablemente se introducía antes de sellar la bóveda superior. Algunas cámaras funerarias se encontraban compartimentadas en dos o tres niveles.  Muchas de las chullpas tienen líneas de imposta antes del arranque de la bóveda. En una estructura que quedó inacabada se puede observar la rampa de piedra que permitía transportar y elevar los sillares de las sucesivas hiladas. En 1971 se encontró enterrado un tesoro cerca de una de las chullpas. Contenía 502 objetos de oro, lapislázuli, plata, cobre, Spondylus y hueso y pertenecían a la vestimenta de un personaje de la élite kolla.

El paisaje que se domina desde el cerro es magnífico. Se puede ver gran parte de la extensión de lago, con los cerros planos circundantes y los restos de la agricultura de andenes que se practicaba en la zona. Todavía hay bastante ganado paciendo al borde del lago y cultivos dispuestos en waru waru en sus bordes.

Por cierto, el pájaro de la última imagen es una gaviota andina (Larus serranus)

lunes, 12 de agosto de 2013

LOTA





















































































































Lota era una pequeña aldea hasta que en 1852 Matías Cousiño comenzó a explotar las minas de carbón. Desde entonces la ciudad creció a la sombra de la mansión y la iglesia construida por la familia del industrial. El camino que lleva al palacio, destruido en el terremoto del sesenta, está flanqueado sucesivamente por los barracones para obreros y empleados de la mina y conduce a una enorme reja, de allí parte el jardín que rodeaba la casa desaparecida. Este lugar se encuentra sobre un espolón de tierra que se adentra hacia el mar y permite dominar la vista sobre los piques, el puerto y la parte baja del pueblo. Lota, perfecta y terrible ciudad industrial, tiene grabada en su fisonomía la historia trágica del progreso. Cuando la mina de ENACAR cerró en 1997 tan solo quedaron las inmensas estructuras de acero y hormigón como testigos mudos de la anterior actividad de la ciudad. Poco a poco, el campo fue cerrándose a su alrededor. En un tiempo sorprendentemente corto todo ha quedado reducido a ruina. Los temporales del Pacífico, los robos continuos y los terremotos han logrado borrar de modo muy eficaz la mayor parte de las estructuras. Sin embargo, bajo líquenes y caracoles, todavía se encuentran los carriles de las vagonetas, los inmensos sótanos de almacenaje de mineral, los pozos que conducen a la oscuridad del carbón.

lunes, 27 de mayo de 2013

SAN ROSENDO
























































































































En el encuentro entre el río Bío-Bío y su afluente, el río Laja, está el pueblo de San Rosendo. Refundado en 1826 (tras la destrucción del fuerte original fundado en el siglo XVII) , su vocación fue desde el principio ferroviaria, al constituir el nudo de confluencia entre el eje N-S principal del país y el ramal E-W, desde Chillán y con destino al puerto de Talcahuano. Aunque en los ochenta se desmanteló casi toda la infraestructura con el declive del ferrocarril chileno, todavía están en pie, aunque por poco tiempo según se ve, la carbonera y la casa de máquinas, construidas ambas en 1929.